Desde su privilegiado puesto de observación en la retaguardia, el rey contempla preocupado la situación. En el inicio de la batalla, sus tropas habían controlado el desarrollo de la misma, sin demasiados problemas. Sin embargo hace ya algún tiempo, que las cosas han cambiado. El empuje y el coraje de la infantería enemiga ha obtenido sus frutos, consiguiendo abrir un profundo hueco, en el flanco derecho. La lucha se hace desesperada, se combate por todas partes, con una intensidad como pocas veces se había visto. Los asesores recomiendan contraatacar, presionando sobre el flanco contrario. Sin embargo, y pese al valor suicida con que los soldados se lanzan a la carga, el plan fracasa.
La situación se hace más delicada por momentos. Se lucha en cada centímetro cuadrado. Las bajas son numerosas por ambas partes. Pero el rey sabe, que en ese intercambio, sus tropas salen perdiendo. No puede permitirse el lujo, de sacrificar demasiados efectivos. Esta es la última batalla. Su última oportunidad.
Poco a poco, la tenaza se va estrechando. Las escasas tropas que quedan, siguen combatiendo. Pero el enemigo ya ha invadido su territorio, ocupando posiciones cada vez más avanzadas. Pese a que los restos de su ejército aun intentan protegerlo, luchando heroicamente, el propio rey está ya en peligro. El sacrificio es inútil. La superioridad del enemigo, si antes era clara, ahora ya es aplastante. El rey se da cuenta de la situación. Es el final. Todo está perdido.
El público también se da cuenta y comienza a aplaudir, cuando Gabriel Tihonenko se levanta de su silla y ante la mirada perdida de su adversario, realiza el último movimiento, que le sirve para revalidar su título de campeón del mundo. JAQUE MATE.